miércoles, 13 de noviembre de 2019

Tocar tierra


Muchos de nosotros decimos tener alergia al drama, y sin embargo podemos ser protagonistas de telenovela con cada situación que llega a nuestra vida, sacando nuestras dotes histriónicas y creando historias de terror de los eventos más simples.

Lo que te choca, te checa, una frase muy trillada que encierra una de las verdades más aceptadas por la psicología en general; y profecía que generalmente se cumple cuando nos ponemos a analizar de una manera honesta todo lo que pasa por nuestra cabeza, sin tratarnos de engañar y sin querernos ver bajo una luz amable y narcisista.

Así que, si te choca que las personas hagan una tormenta en un vaso de agua, o cualquier otra característica que detestes, puedes estar seguro de que mientras que un dedo apunta hacia el otro, tres apuntan hacia ti. Por eso, muchas de las veces es mejor guardarse las opiniones negativas que tenemos sobre los demás, ya que sin querer anda uno ventaneando sus defectos o sus traumas. Las cosas que no significan nada o que no nos mueven en algún sentido, generalmente pasan desapercibidas por nuestros sentidos o nuestra cognición; solo vemos lo que somos o lo que ya conocemos por historia de vida, y tienen razón cuando dicen por ahí que nunca vemos el mundo como es, sino como somos. La mesura ante lo que sale de nuestra boca es necesaria y también vital para poder entendernos verdaderamente.

¿Cómo podemos comenzar a dejar el juicio y concentrarnos en tocar tierra sin tener que tocar fondo? 

La respuesta es una incógnita, porque no funciona igual para todas las personas. Aunque sí hay una estructura más o menos definida sobre esto, no siempre es lo más adecuado o lo ideal para todos. Hay personas que necesitarían armar un drama para poder sacudir un poco su congelado corazón mientras que algunas otras necesitan bajarle a su intensidad emocional y comenzar a pensar (bien) antes de actuar o explotar.

Lo principal es conocerte, saber de dónde vienes, tus patrones, los lugares que te hacen caer y los que te hacen volar. No se puede tocar tierra si no conoces el terreno o al menos tienes una idea de cómo está el paisaje por donde caminas. Cuando caminamos ciegamente podemos llegar a cualquier parte, y una de esas caminatas puede llevarnos a tocar fondo. Y no es que el fondo sea malo, las profundidades esconden muchos secretos y tesoros que probablemente la superficie nunca nos pueda dar; la cuestión aquí es que vivir tocando fondo termina por enterrarte vivo. Hemos romantizado tanto el renacer como el ave fénix y el drama de la vida que muchas veces se nos olvida lo disfrutables que son las cosas simples y sencillas, la estabilidad y lo predecible.

Si bien demasiada estabilidad pude llegar al estancamiento, el drama y el cambio constante pueden llevarnos al agotamiento. De tal manera que no nos queden fuerzas para poder seguir adelante con lo que realmente tenemos que hacer o lo que es realmente importante para nosotros o para perseguir lo que verdaderamente deseamos. Sin afán de alabar la monotonía o el aburrimiento de la resistencia al cambio, el tener un suelo firme en dónde pararnos nos da la base sobre la cual construir lo que queramos y cada uno de nosotros necesitamos encontrar los elementos que constituyan ese terreno fértil en donde sembrar, siempre de acuerdo a lo que queremos cosechar. 

El punto es siempre conocer el mapa y la tierra a la cual queremos llegar. La sinceridad de quien no se ve a sí mismo como un ente completamente terminado sino en construcción ayuda mucho para poder trazar la ruta, conocer nuestro pasado y entenderlo nos ayuda a no querer zarpar hacia lugares a donde ya hemos estado y que sabemos que no nos hacen felices, y finalmente aceptar nuestro equipaje nos permite saber hasta dónde realmente podemos llegar con los elementos que tenemos y cuales nos hace falta recolectar antes de poder finalizar la trayectoria.

Pero siempre es importante aprender a tocar tierra, mantenerse en ella, apreciar lo que nos da, sus regalos que casi siempre son seguros, continuos, sin mucho barullo ni gritos. La confianza que provee es la de la permanencia y la constancia, quizá no haya mucho movimiento, ni drama para entretener el morbo, pero para muchos que ya han transitado el camino de la turbulencia, esta manera de vivir se siente más como en casa.