miércoles, 1 de mayo de 2019

Creando amor y apreciación


¿Alguna vez has soñado con que te encuentras al amor de tu vida? 

Quizá sí, o tal vez también sueñas con que por fin puedes tener tu trabajo ideal, con las personas “ideales” para tu crecimiento o el proyecto que siempre soñaste. Probablemente todos estos escenarios los tuvimos en mente en algún punto de nuestra vida; soñamos, seguimos soñando o dejamos de soñar dependiendo de cómo nos fue en la feria. 


Todos tienen un deseo idealizado, un tinte rosa, romántico (y de carencia, dicho sea de paso). La búsqueda desesperada y la redención del encuentro, lo incompleto que se completa, el sacrificio y la recompensa, un polo que conecta con el otro y crean algo nuevo. No decimos que eso no suceda, o que sea imposible, este tipo de cosas pasan algunas veces en la vida. Lo que sí decimos es que muchas veces creemos que cuando se encuentran las dos partes que se buscan (sean parejas, proyectos, amistades, carrera, etc.) esa conexión se mantendrá por siempre e irá creciendo y desarrollándose; huelga decir que esa realidad rara vez se ve manifestada.

¿De cuántos descalabros amorosos hemos sido testigos, de cuántas decepciones? 
Muchos de nosotros pensamos que el amor es algo que se debe dar antes y con base en eso podemos actuar ante lo que tenemos en frente, tenemos que amar a la persona antes de involucrarnos más, tenemos que tener una total apreciación de nuestro trabajo para hacerlo bien. A la mayoría no se nos ocurre que el amor, en cualquiera de sus formas y con cualquier objeto, se construye y muy pocas veces se da a priori.

Podemos tener deseo, infatuación, atracción, quizá un poco de codicia por ese objeto que deseamos; pero amor, apreciación verdadera, deseo de hacerlo más grande, de desarrollarlo…eso se va construyendo con el tiempo, esfuerzo y al trabajo que le invertimos.

Pensemos en alguna relación significativa que tengamos, probablemente comenzó todo lindo, con facilidad, hubo atracción, se vibró bien. Después conforme fuimos conociendo a esa persona pudimos ver los “detalles” que no nos gustaban tanto, y después vinieron los problemas con esos detalles. Aquí tomamos la decisión de si queríamos continuar con ese vínculo o preferíamos dejarlo de lado para continuar con nuestra vida sin esa relación. Y este es el punto decisivo con el que nos encontramos cada día de nuestra vida en relación con las cosas en las cuales queremos hacer florecer el amor y apreciación. Esta decisión de no soltar, de estar dispuesto a trabajar para transformar, la decisión de ver nuestras áreas de negatividad para ver hasta dónde somos parte del problema y sentir el deseo de hacer lo necesario para continuar, es lo que hace que realmente digamos que estamos construyendo el amor.

Dejando atrás el romanticismo, el amor no es la causa de la unión entre parejas, trabajos o cualquier otra cosa que desees, sino el efecto. Quizá puede haber al inicio un destello cegador de algo que parece amor, pero que en realidad es solo una ilusión causada por la emoción que nos provoca el desear o necesitar. Cuando esa emoción inicial se disipa comienza el verdadero trabajo para crear amor, y si no hay voluntad el efecto que buscamos no llegará. Habremos sido víctimas de la ilusión del mero deseo de gratificación fácil y rápida pero no habremos conseguido el amor que llega cuando has invertido energía, tiempo, esfuerzo y motivación en crear o transformar algo. No está mal disfrutar algo pasajero, sin embargo las posibilidades de que eso se convierta en algo duradero no son muchas. Habrá que plantearnos nuestros objetivos y creencias en la vida para realmente poder trabajar sobre lo que queremos lograr.


Y esto es un buen consejo para desarrollar amor en cualquier área de nuestra vida, tenemos que involucrarnos en el trabajo y en lo que hacemos para llegar a amarlo. La inclinación, el deseo y la motivación inicial son básicos para poder iniciar; sin deseo no podemos comenzar a construir nada, y aun cuando nos encontramos en una situación que no nos encanta, podemos desarrollar una mínima apreciación por lo que estamos haciendo si inyectamos ese animo y trabajo. Pero tenemos que tomar en cuenta que la satisfacción, y el efecto que buscamos en nuestra vida es proporcional al trabajo que estamos dispuestos a invertir en ello, no hay de otra.

Es importante saber que la reflexión constante en por qué y para qué deseamos lo que deseamos es necesaria, tampoco podemos desperdiciar nuestro esfuerzo en lugares o personas que, por alguna u otra razón, no pueden recibir lo que queremos dar o compartir. Tampoco podemos soportar nada que dañe nuestra dignidad humana porque eso va en contra de cualquier efecto positivo que podamos buscar. Un afamado psicólogo decía que: “Para que un matrimonio o una relación de compromiso funcione a largo plazo, debes de estar dispuesto a hacerlo todo por la otra persona, incluso dejarla”.  

Es parte del trabajo tomar las decisiones pertinentes para preservarnos y mantener nuestra dignidad, el amor propio es el punto de inicio y la base fundamental de cualquier relación duradera; pero también es parte del amor dejar ir cuando no podemos construir ni transformar, cuando no hay espacio ni apreciación para lo que queremos dar, o somos un obstáculo para aquello que amamos; eso también es una manera de dar y compartir.

Este tema es mucho más complejo de lo que podamos explicar en un pequeño espacio como este, pero lo que sí podemos compartir es que la voluntad, el involucramiento verdadero y el trabajo son necesarios para construir amor y apreciación a largo plazo. 

El amor eterno y el “vivieron felices por siempre” rara vez llega. La vida no es cuento de hadas, pero puede ser extraordinaria y aún más maravillosa cuando tomamos responsabilidad y la libertad de decidir qué queremos de ella. Quizá no haya un príncipe azul, ni el trabajo ideal con las personas maravillosas que fantaseamos, pero seguramente sí habrá una persona o una labor real y tangible en la que podamos invertir nuestra energía, y cuando ese deseo de dar se activa entonces las posibilidades para una satisfacción y amor duraderos se abren, no como una causa para hacerlo, sino como el efecto y a la vez la meta que nos mantendrá con motivación para llevarlo a cabo.