Para los que se culpan a sí mismos. Incluso cuando tienen éxito piensan que lo podrían haber
hecho mejor, y nunca se contentan con sus esfuerzos o los resultados. Son muy trabajadores y sufren mucho de las culpas que se atribuyen a sí mismos. A veces si hay algún error es debido a otros, pero se atribuirán la responsabilidad incluso por eso.Cuando hablamos de culpa generalmente
nos imaginamos a alguien reprochándose a sí mismo las acciones que ha tomado en
el pasado, quizá nos venga a la mente la proverbial figura de alguien dándose golpes de pecho para expiar sus pecados y hacer algo de penitencia. Y sí,
quizá sea nuestra imagen clásica de la culpa y remordimiento, sin embargo, en
nuestra vida cotidiana el sentimiento de culpa y la ansiedad de conciencia
tienen una manera muy sutil de hacerse presentes y torturarnos.
Puede ser que no nos demos de
latigazos por haber hecho algo malo, pero quizá podamos notar que tenemos la
tendencia a ir pidiendo disculpas por todos lados, en el autobús, al entrar a
un salón de clases, si tenemos que corregir a alguien, cuando pedimos algo en
un restaurante, etc. Esta verborrea de disculpas puede extenderse también a
cosas de las que no somos responsables, pero que igual nos viene el impulso de disculparnos.
Quizá también haya habido algún
momento de nuestra vida en la cual recibimos algo, un regalo, un ascenso, un
cumplido o alguna otra cosa que venga a nosotros y de repente nos asalta una
emoción de no sentirnos merecedores de ello. Nos sentimos mal por recibir algo
bueno, y no tiene que ver con esperar cosas malas de la vida siempre, no tiene relación
con el pesimismo, sino con un sentimiento muy profundo, e imperceptible a veces,
de no merecimiento o de tener algo intrínsecamente erróneo. Y así vamos dudando
de nuestro valor, y negándole a la vida la oportunidad de proveernos de las
cosas que nos nutren y nos dan felicidad.
Hay ocasiones en las que
definitivamente hicimos o dijimos algo de lo cual nos arrepentimos y no
encontramos paz mental o emocional por ese remordimiento. Aquí también Pine nos
da la oportunidad de darnos cuenta de nuestra responsabilidad y nos insta a
reparar el daño. La clave de este remedio floral es que nos permite hacernos
cargo de aquello de lo cual nos arrepentimos y nos perite tomar responsabilidad
sanamente, y solamente de aquello de lo cual verdaderamente somos responsables,
dejando de lado todo aquello que no nos compete o sobre lo cual objetivamente
no tenemos ni tuvimos control.
Este remedio floral no es
referido frecuentemente cuando se hablan de “flores para la autoestima” sin
embargo es de vital importancia para aprender a amarnos, respetarnos y vernos
objetivamente. Si alguien no se siente merecedor, o piensa que tiene algo malo
en su ser, difícilmente podrá sentirse bien consigo mismo, en consecuencia, sus
acciones, creencias y pensamientos no reflejarán todo aquello de lo cual es
capaz.
La habilidad de hacernos
responsables tiene que ver también con la capacidad de aceptar que no todo está
bajo nuestro control, y aceptar que también que a nadie le sirve que nos
martiricemos por las cosas que hicimos de una manera diferente a como
hubiéramos querido. Aún si hemos tenido errores de juicio o de acción, Pine nos
da la oportunidad de reflexionar y actuar para que nuestros sentimientos estén
alineados con la responsabilidad real que nos corresponde, y así nos da el
ánimo a aceptar más del mundo, de crecer y desarrollarnos sin dudar si lo
merecemos o no; solamente cuando aceptamos quienes somos sin culpas ni
remordimientos es cuando podemos tener un autoconcepto sano, objetivo y que nos
permite ser y hacer cosas en nuestra vida de manera funcional y feliz.
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