Muchos de nosotros decimos
tener alergia al drama, y sin embargo podemos ser protagonistas de telenovela
con cada situación que llega a nuestra vida, sacando nuestras dotes
histriónicas y creando historias de terror de los eventos más simples.
Lo que te choca, te checa, una
frase muy trillada que encierra una de las verdades más aceptadas por la
psicología en general; y profecía que generalmente se cumple cuando nos ponemos
a analizar de una manera honesta todo lo que pasa por nuestra cabeza, sin
tratarnos de engañar y sin querernos ver bajo una luz amable y narcisista.
Así que, si te choca que las
personas hagan una tormenta en un vaso de agua, o cualquier otra característica
que detestes, puedes estar seguro de que mientras que un dedo apunta hacia el
otro, tres apuntan hacia ti. Por eso, muchas de las veces es mejor guardarse
las opiniones negativas que tenemos sobre los demás, ya que sin querer anda uno
ventaneando sus defectos o sus traumas. Las cosas que no significan nada o que
no nos mueven en algún sentido, generalmente pasan desapercibidas por nuestros
sentidos o nuestra cognición; solo vemos lo que somos o lo que ya conocemos por
historia de vida, y tienen razón cuando dicen por ahí que nunca vemos el mundo
como es, sino como somos. La mesura ante lo que sale de nuestra boca es
necesaria y también vital para poder entendernos verdaderamente.
¿Cómo podemos comenzar a dejar
el juicio y concentrarnos en tocar tierra sin tener que tocar fondo?
La
respuesta es una incógnita, porque no funciona igual para todas las personas.
Aunque sí hay una estructura más o menos definida sobre esto, no siempre es lo
más adecuado o lo ideal para todos. Hay personas que necesitarían armar un
drama para poder sacudir un poco su congelado corazón mientras que algunas
otras necesitan bajarle a su intensidad emocional y comenzar a pensar (bien)
antes de actuar o explotar.
Lo principal es conocerte,
saber de dónde vienes, tus patrones, los lugares que te hacen caer y los que te
hacen volar. No se puede tocar tierra si no conoces el terreno o al menos
tienes una idea de cómo está el paisaje por donde caminas. Cuando caminamos
ciegamente podemos llegar a cualquier parte, y una de esas caminatas puede
llevarnos a tocar fondo. Y no es que el fondo sea malo, las profundidades
esconden muchos secretos y tesoros que probablemente la superficie nunca nos
pueda dar; la cuestión aquí es que vivir tocando fondo termina por enterrarte
vivo. Hemos romantizado tanto el renacer como el ave fénix y el drama de la
vida que muchas veces se nos olvida lo disfrutables que son las cosas simples y
sencillas, la estabilidad y lo predecible.
Si bien demasiada estabilidad
pude llegar al estancamiento, el drama y el cambio constante pueden llevarnos
al agotamiento. De tal manera que no nos queden fuerzas para poder seguir
adelante con lo que realmente tenemos que hacer o lo que es realmente
importante para nosotros o para perseguir lo que verdaderamente deseamos. Sin
afán de alabar la monotonía o el aburrimiento de la resistencia al cambio, el
tener un suelo firme en dónde pararnos nos da la base sobre la cual construir
lo que queramos y cada uno de nosotros necesitamos encontrar los elementos que
constituyan ese terreno fértil en donde sembrar, siempre de acuerdo a lo que
queremos cosechar.
El punto es siempre conocer el mapa y la tierra a la cual
queremos llegar. La sinceridad de quien no se ve a sí mismo como un ente
completamente terminado sino en construcción ayuda mucho para poder trazar la
ruta, conocer nuestro pasado y entenderlo nos ayuda a no querer zarpar hacia
lugares a donde ya hemos estado y que sabemos que no nos hacen felices, y
finalmente aceptar nuestro equipaje nos permite saber hasta dónde realmente podemos
llegar con los elementos que tenemos y cuales nos hace falta recolectar antes
de poder finalizar la trayectoria.
Pero siempre es importante
aprender a tocar tierra, mantenerse en ella, apreciar lo que nos da, sus
regalos que casi siempre son seguros, continuos, sin mucho barullo ni gritos.
La confianza que provee es la de la permanencia y la constancia, quizá no haya
mucho movimiento, ni drama para entretener el morbo, pero para muchos que ya
han transitado el camino de la turbulencia, esta manera de vivir se siente más
como en casa.